Cuando Diego Pol, célebre paleontólogo argentino investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de su país, encontró los restos de un dinosaurio en la Formación La Colonia, una zona muy específica de la Patagonia donde concentra sus investigaciones, no se imaginó que se trataba de una especie hasta entonces desconocida.

Diego lleva años explorando esa zona junto con un grupo de paleontólogos e investigadores de Estados Unidos y Hong Kong. Buscan, explica el propio Diego en entrevista exclusiva con Forbes México, “pistas sobre los dinosaurios que vivieron hacia el final de su época, justo antes de la extinción”. Se refiere al periodo conocido como Cretácico Superior, de hace 70 millones de años.

Diego está convencido que la roca de Patagonia, que documenta los últimos millones de años de la era del dinosaurio, tiene gran potencial porque ha dado fósiles muy importantes. Acá mismo Diego y su equipo han hecho descubrimientos como el Titanomachya gimenezi. Ahora el hallazgo es de una nueva especie de abelisáurido carnívoro: el Koleken inayakali.

El trabajo cuenta con el apoyo de la National Geographic Society, a la cual Diego convenció de sumarse no solo al mostrar lo mucho que se había encontrado, sino “sobre todo, lo mucho que queda por explorar. Entonces se daban las condiciones esenciales para presentar un proyecto. Tenemos indicios de que hay algo bueno y certeza de que hay muchísimo por ser descubierto”.

Foto: Amalia Villafañe

El hallazgo

“Hace unos años –cuenta Diego–, encontramos los restos de un dinosaurio carnívoro en un lugar muy poco accesible”. Transcurrieron varios años antes de que los paleontólogos pudieran trabajar ahí: se construyó un camino para que llegaran con una camioneta que les permitiera transportar instrumentos para realizar la excavación, que toma su tiempo, y, luego, transportar los restos encontrados al museo “para que pudieran ser preparados y estudiados a detalle”.

El museo en cuestión es el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, en el cual Diego tiene su sede de trabajo. Acá identificaron minuciosamente al Koleken inakayali por varios huesos del cráneo, una serie dorsal casi completa, un sacro completo, varias vértebras caudales, una faja pélvica y unas extremidades traseras casi completas, según consta en la publicación que Diego y su equipo hicieron en el volumen 40 de la revista Cladistics en mayo pasado.

Aunque sabían que era un carnívoro no bien encontraron los primeros restos, no estaban seguros de que se tratara de una nueva especie. “Era un carnívoro y sabíamos que se trataba de un miembro de la familia abelisáuride, que son tan comunes en el hemisferio sur, pero de aspecto tan extraño porque tienen dos brazos pequeños, cráneos con rugosidades y algunos tienen cuernos, como el carnotaurus”. Está especie, también conocida como el toro carnívoro, se popularizó en la película Jurassic World.

“Nos llevó un par de años poder preparar por completo el esqueleto y luego hacer comparaciones cuidadosas de la anatomía y empezamos a encontrar más diferencias con los otros abelisáuridos conocidos, en particular con carnotaurus, que proviene de la misma zona y más o menos de la misma antigüedad”.

La pregunta que rondaba entre los investigadores era si estaban frente a los restos de otro carnotaurus o si realmente se trataba de una nueva especie. “Algo que nos dio muchas pistas de que era nueva especie fueron los huesos craneanos, especialmente los que son los del techo craneano por encima de las órbitas”. Mientras los carnotauros tienen dos cuernos prominentes, los del hallazgo no tenían ninguno, pero sí una cresta en el hocico, la cual no está presente en carnotaurus. “Esas diferencias anatómicas nos llevaron a darnos cuenta que se trataba de una nueva especie”.

El nombre Koleken inakayali deriva de la lengua de los tehuelches de la Patagonia central y hace referencia a la arcilla en la que se encontró el animal y al líder tehuelche Inakayal.

Foto: María Agustinho

La búsqueda apenas empieza

–Parecería que en esta época ya no hay más nada que descubrir…

–Afortunadamente en paleontología ese no es el caso, sobre todo en regiones como Patagonia, en donde recién hace pocas décadas empezamos a explorar sistemáticamente en búsqueda de dinosaurios en contraposición con lo que puede ocurrir con Norteamérica y Europa, que llevan dos siglos de excavaciones e investigaciones centradas en dinosaurios. En estas regiones del mundo estamos comenzando, estamos en las primeras décadas, y queda muchísimo por descubrir. Sin duda América latina es uno de esos lugares, también África central, ni hablar de la Antártida o Australia, que tienen muchos hallazgos por dar en el futuro.

–Ahora hay más herramientas tecnológicas que permiten buscar con más precisión…

–Por supuesto las imágenes satelitales nos dan un apoyo muy importante porque pasamos horas viéndolas, buscando los lugares que no han sido explorados y que tienen rocas del tipo que nos interesan. Una vez que estamos en el sitio, la ayuda de los drones es muy importante: nos ayudan a recorrer la periferia de donde estamos, saber qué hay del otro lado de este cerro, en algunos casos se pueden utilizar para buscar restos. Sin duda se está avanzando mucho en el uso de la ayuda remota para explorar y sin duda el uso de la tecnología para el estudio de los fósiles es muy importante también.

–¿Cuál dirías que es la relevancia del hallazgo?

–Nos ayuda a entender la diversidad de los dinosaurios cercanos al fin de su historia, al momento de su extinción. Al menos en Sudamérica era más alta de lo que pensábamos. Todavía hay preguntas pendientes de si los dinosaurios estaban en declive previo a la extinción o si tenían niveles de diversidad muy altas y la extinción fue muy repentina. Cuantas más especies encontramos hacia el final, nos indica que más diversos eran. Por el momento no encontramos evidencia de que estuvieran en declive.

Foto: María Agustinho

–¿Cuál es la importancia de seguir llevando a cabo la exploración en todo el mundo?

–Cuanto más conocemos del pasado mejor podemos comprender el presente e incluso proyectar un futuro. En la historia de la vida en la Tierra hubo muchísimas crisis ambientales, fenómenos de extinción, cambios climáticos, incrementos de dióxido de carbono en la atmósfera, muchas cosas que están pasando ahora en nuestro planeta. Estudiar qué ocurrió con la vida y los ecosistemas en el pasado nos puede dar pistas para entender más cabalmente lo que estamos enfrentando hoy en día. Cada uno de estos descubrimientos ayuda a entender mejor un momento de crisis ecológica, ambiental y de biodiversidad como fue el fin de la era de los dinosaurios y, por lo tanto, nos ayuda a entender mejor lo que estamos atravesando en el planeta en este momento.

*Javier Pérez hace reportaje, crónica y entrevista, así como crítica de cine y cobertura de temas culturales. Dirige ForoFoco. Nadie quiere acompañarlo al cine: no para de comer palomitas ni de hablar de otra cosa.

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