Hay una gran recompensa en ser un líder. El liderazgo es la luz que podemos encender, la claridad de compartir objetivos, la alegría del éxito. Sí, es cierto, pero también lo es que hay muchas leyendas y falsos conceptos sobre la sabiduría del líder. No me malinterpreten, con los años ejerciendo una posición, la mayoría de las personas ganan experiencia, inteligencia, prudencia, sentido. Pero el envejecimiento es inevitable y hay un momento en el que las generaciones mayores deben dejar el espacio a los jóvenes con frescura y nueva comprensión. Como dijo el despiadado Mark Twain en su autobiografía: “Es triste desmoronarse así, pero todos tenemos que hacerlo”.

Uno de los compromisos más importantes de los líderes es entender y facilitar la sucesión. Se espera que los líderes desafíen las realidades del tiempo, que perforen mejor las vanidades y la malevolencia de los oponentes, que enfrenten la competencia con las mejores herramientas. Y por eso hay una crueldad distintiva en todo esto. No somos inmortales y no debemos dar el espectáculo de una persona que está luchando terriblemente con la memoria, la sintaxis, los nervios y la fragilidad, con un semblante flojo, con la sensación naciente de que la mente está decepcionando a esa persona y que, como resultado, el líder está decepcionando a los seguidores.

Sucede con todo tipo de líderes: deportistas que fueron número uno en el juego y no son capaces de rendir como lo hicieron; políticos que ya no son comunicadores fluidos o efectivos de políticas, empresarios que no comparten la visión de los mercados, y tantos otros ejemplos. El problema es cuando no ven que la fecha está a punto de llegar, que el cambio se exige y no tienen planes de iniciar una sucesión o simplemente se niegan a dimitir.

Ciertamente hay momentos en los que el líder puede realizar una entrevista decente o un discurso aún mejor. Pero hay algunos en los que parecen perdidos, como si ya no pudieran entender el mercado, conectar sus ideas o seguir adelante. Hay muchos caminos secundarios e ideas: ¿qué pasaría si trabajaran un día más corto? Sí, pero ¿Qué pasaría si subieran las escaleras a trompicones o se arrastraran de la limusina al avión? ¿Qué pasa si no se logran los objetivos, si el presupuesto no puede continuar, si los productos no funcionan, si la empresa no vende?

Permítanme ser clara, no estoy hablando sólo de edad, hay líderes muy jóvenes que quieren agarrar el cargo y aferrarse a la silla y todos ven que la situación es insostenible, menos ellos. Un líder debe dimitir cuando varias circunstancias que pueden clasificarse ampliamente en consideraciones éticas, funcionales y situacionales se presentan. El liderazgo efectivo no se trata solo de ejercer el poder, sino de garantizar el bienestar, el progreso y la confianza de la organización o grupo que se dirige. Reconocer cuándo dimitir es un sello distintivo de un liderazgo responsable y ético.

Consideraciones éticas

1. Pérdida de integridad: Cuando las acciones o decisiones de un líder comprometen su integridad o sus normas éticas, debe dimitir. Esto incluye casos de corrupción, deshonestidad u otra mala conducta que erosiona la confianza. Mantener la superioridad moral es crucial para un líder, ya que su comportamiento sienta un precedente para toda la organización.

2. Conflicto de intereses: Los líderes deben evitar situaciones en las que los intereses personales entren en conflicto con sus responsabilidades profesionales. Si estos conflictos no pueden resolverse, es necesario dimitir para mantener la integridad de la posición de liderazgo y la confianza de las partes interesadas.

Consideraciones funcionales

1. Incapacidad para cumplir con los deberes: Los problemas de salud física o mental que impiden que un líder cumpla con sus responsabilidades de manera efectiva justifican la renuncia. El liderazgo exige altos niveles de energía, claridad y capacidad de toma de decisiones. Si un líder ya no es capaz de satisfacer estas demandas, lo mejor para la organización es que se haga a un lado.

2. Obsolescencia de habilidades: En industrias o campos de rápida evolución, las habilidades y conocimientos de un líder pueden volverse obsoletos. Cuando un líder ya no es capaz de guiar a la organización de manera efectiva debido a la falta de habilidades o conocimientos relevantes, debe renunciar para dar paso a alguien mejor equipado para manejar los desafíos actuales.

Consideraciones situacionales

1. Pérdida de apoyo: El liderazgo se trata en parte de mantener la confianza y el apoyo del equipo, la junta directiva o el electorado. Cuando un líder pierde este apoyo, debido a una mala gestión, fallas en las políticas u otras razones, debe considerar renunciar para preservar la estabilidad y la moral de la organización.Gestión de crisis: Durante las crisis, el liderazgo eficaz es crucial. Si un líder no es capaz de gestionar una crisis de forma eficaz, puede ser necesario que renuncie. Esto garantiza que la organización pueda navegar la crisis con un liderazgo más adecuado para manejar los desafíos específicos.

2. Fracaso en el logro de metas: El fracaso persistente en el cumplimiento de las metas o hitos de la organización, a pesar de los recursos y el apoyo adecuados, puede indicar que el enfoque del líder es ineficaz. Renunciar permite nuevas estrategias y perspectivas que podrían ser más exitosas.

3. Transición para el crecimiento: A veces, las fortalezas de un líder se adaptan a fases específicas del ciclo de vida de una organización. Por ejemplo, un fundador que sobresale en la fase inicial podría no ser la mejor persona para liderar una organización grande y madura.

Reconociendo esto, un líder debe renunciar para permitir un liderazgo que pueda guiar a la organización a través de su fase actual. Renunciar como líder es una decisión difícil que requiere autoconciencia, humildad y un compromiso con el bien mayor de la organización o el grupo. La decisión de dimitir debe guiarse por el impacto en la salud, la estabilidad y el futuro de la organización. Un verdadero líder reconoce cuando su mandato ya no es beneficioso y toma las medidas necesarias para garantizar el progreso y el éxito continuos. Este acto de renunciar, cuando se hace por las razones correctas, puede ser la decisión más poderosa y positiva que un líder puede tomar.

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