El circuito comienza a levantar la voz contra un ambiente diferente en Roland Garros. La polaca Iga Swatek y el belga David Goffin fueron los más contundentes en quejarse del “holliganismo” creciente en las gradas del torneo en favor de los tenistas franceses, que comienza a molestar en el circuito.

Otros tenistas aseguran tener la misma opinión, pero prefieren no decirlo en voz alta, que no se publique, por miedo a ganarse la animadversión de la grada en sus siguientes partidos.

El descontento ha llegado a oídos de la organización, que reiteró su llamamiento a animar “sin comprometer los valores del tenis y el respeto por los jugadores”.

Algunas asociaciones de aficionados pidieron que no se meta a todos en el mismo saco ni se estigmatice al público francés por el comportamiento de unos pocos.

Lo que dijeron Goffin y Swatek lo piensan muchos, algunos, como el serbio Novak Djokovic, de forma muy poco velada, aunque el número 1 del mundo siempre se reserva su opinión, sabedor de que ganarse el corazón de los espectadores forma parte del juego.

Goffin fue el más duro en sus declaraciones, sin importarle que eso le pase factura en su próximo duelo, programado este jueves contra el alemán Alexander Zverev, cuarto favorito.

“Esto pronto va a parecer un partido de fútbol, con bengalas y hooligans peleándose en las gradas”, aseguró el belga tras superar en cinco sets al francés Giovanni Mpetshi Perricard, que llegaba con el título de Lyon recientemente conquistado.

Goffin aseguró que los espectadores de la pista 14, una de las más calientes por la proximidad de los aficionados a la pista, superaron algunas líneas rojas: “Uno de ellos me escupió un chicle”.

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Cansado de los abucheos cuando cometía algún error, el belga había mostrado por momentos su descontento con el ambiente durante el partido, y no dudó en lanzar a la grada algún gesto provocativo, como llevarse la mano a la oreja tras ganar un punto.

“Cuando pasas 3 horas y media recibiendo insultos, creo que te has ganado el derecho a picar un poco al público”, se justificó Goffin.

Unos días antes fue el monegasco Valentin Vacherot el que estalló contra los espectadores. El jugador había superado la fase de clasificación dejando fuera al galo Gabriel Debru y tuvo que soportar un ambiente similar al de Goffin en la misma pista.

“No dije nada durante el partido pero lo pasé mal. Me temblaban las piernas y las manos durante todo el partido”, dijo el jugador, que celebró de forma poco elegante su victoria: “Se me fue un poco la mano después de tanta tensión”.

El ambiente en la Philippe Chatrier más académico, pero según muchos protagonistas difiere mucho del que se vive en otros Grand Slam, a años luz de la sensación catedralicia que se vive en la central de Wimbledon.

Djokovic ha sufrido en sus carnes algún momento de dificultad. El serbio, el tenista que más Grand Slam tiene en su haber, no ha logrado convencer a los franceses, que no han ocultado su devoción por el español Rafael Nadal, catorce veces ganador en su torneo.

El juego que se trae con el público está lleno de insinuaciones. No duda en dejar alguna pulla cuando, desde la pista, se dirige a los espectadores tras ganar. “Es normal que animen al otro, era francés”, dijo tras superar su primera ronda contra Pierre-Hugues Herbert.

Diferente es la relación con Swiatek, ganadora de las dos últimas ediciones y que busca su cuarto título en el que no duda en considerar su torneo favorito.

Pero tras levantar una bola de partido contra la ex número 1 del mundo japonesa Naomi Osaka no pudo contenerse y se quejó del ruido que procede de la grada durante el partido.

“Lamento tener que decirlo, porque tengo mucho respeto por vosotros, pero si gritáis durante el partido es difícil concentrarse”, dijo la polaca desde la pista tras superar la segunda ronda. “Espero que no dejéis de quererme”, agregó.

El chileno Nicolás Jarry también se mordió la lengua tras caer contra el francés Corentin Moutet.

Entre ellos había ya una vieja historia. El galo le derrotó en la final del pasado torneo de Santiago y se quejó de la grada tras el partido. Cuando el sorteo le emparejó con el chileno en París, lanzó un llamamiento a los aficionados franceses para devolverle el recibimiento. Y Jarry cayó en medio de una tormenta de abucheos.

“No quiero hablar de esas cosas”, dijo el chileno tras el partido, en el que duras penas podía ocultar su frustración un año después de haber alcanzado los octavos de final y pocos días después de haber disputado en Roma su primera final de un Masters 1.000.

No todos los jugadores opinan igual. El belga Zizou Bergs asegura que esos ambientes elevan su moral.

“Cuando cantan La Marsellesa me quedo con ganas de unirme a ellos. Mi sueño no es ganar Roland Garros, es jugar en este tipo de ambientes”, afirma.

Cin información de EFE.

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