A un año del inicio de la invasión rusa a Ucrania, el conflicto sigue poniendo a prueba las estructuras internacionales de mediación y cooperación. El acecho a la población civil ha reiterado la rapacidad del gobierno ruso que no cesa en perseguir sus intereses políticos y económicos, pasando por alto incluso los intereses y derechos de la propia población rusa.

Ucrania ha decidido el camino de la soberanía y de la independencia a pesar de los esfuerzos permanentes de Rusia por exterminar la ya probada resiliencia ucraniana. El costo de la guerra ha sido bastante alto, no sólo en términos económicos globales. A lo largo de este año de conflicto la crisis en la cadena de suministro y el desabasto en suministros para la industria alimentaria han generado una escasez de productos que impacta negativamente la producción de alimentos dejando como consecuencia un incremento en el número de personas sin acceso a esquemas nutrimentales básicos. La inestabilidad en los precios y suministro de gas natural y petróleo ha contribuido importantemente al incremento constante en los niveles de precios originando una hiperinflación global que ya merma las expectativas de crecimiento económico para este 2023. No obstante; la repercusión más importante es la humanitaria.  El daño al tejido social, a la infraestructura y a los servicios sociales no será fácil de superar. Pareciera que los aliados europeos y el sistema de organismos internacionales siguen intentando evitar que el conflicto incremente de intensidad, a pesar de que el daño a la estabilidad y el desarrollo global tomará varios años en ser superado.

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A pesar de las muestras de solidaridad de la comunidad internacional, expresadas desde el inicio de la invasión rusa, los esfuerzos de Ucrania por terminar con la permanente amenaza del invasor no han visto una baja en el avance. 

Los aliados de la OTAN han buscado evadir una participación directa en el conflicto que pueda lastimar aún más la dinámica de desarrollo regional.

En una guerra que se ve interminable y con un panorama de absoluta incertidumbre, se enmarca una nueva postal: el presidente de los Estados Unidos en una visita “sorpresa” recorre las calles devastadas de Ucrania junto al presidente Zelensky, acompañado de su amplio interés por mejorar la imagen de una desgastada y tibia política exterior estadounidense.

En el análisis geopolítico, la presencia de Joe Biden en Ucrania manda un mensaje también a la periferia, con un discreto posicionamiento cargado de intereses políticos más que humanitarios. 

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