Alejandro Pelayo logró plasmar en la película La víspera (1982) las horas de esperanza y angustia ante las posibilidades para un político de ser incluido en el gabinete presidencial.

Un teléfono es protagonista central de los minutos que irán corriendo en la medida en que se acercan a la hora de la verdad. Mientras, los abrazos, felicitaciones, consejos y peticiones no se hacen esperar ante quien probablemente será ungido.

Producto de un momento en que en el país prevalecía la hegemonía del PRI, el cineasta logró explorar la línea que inicia con el desatape del candidato presidencial, quien ganará la contienda, y las sucesivas decisiones que se irán tomando y marcarán el inicio de un nuevo mandato.

Recomendable la película de Pelayo, antes y ahora, porque se ocupa un tema inherente a la política y que se expresa en el ejercicio del propio poder y, en particular, de la designación de los cargos más altos.

Ahora mismo presenciamos el relato de los encartes y los descartes. Los listados que pretenden revelar o dar pistas sobre la integración de quienes serán los colaboradores más importantes de Claudia Sheinbaum, la virtual presidenta de la República.

Pero hay un interés adicional, ya que la conformación puede mostrar las convergencias y la diferencias con el gobierno saliente, el de López Obrador.

La mayoría de los nombramientos son facultad exclusiva de la próxima mandataria, pero la realidad política también establece ciertos parámetros en los que se puede actuar y otros en los que las cosas se complican. Por ejemplo, las secretarías de Defesa Nacional y la Marina Armada requieren de consultas específicas y de la calibración de escalafones internos, pero sobre todo de liderazgos específicos.

Por lógica, la titularidad de la Secretaría de Seguridad tendría que estar alineada a esos nombramientos, ya que sus funciones son administrativas, porque el centro de las operaciones recae en la Guardia Nacional, que en los hechos es ya otra rama del Ejército, y en las tropas desplegadas al largo del territorio.

Esta situación terminará por ser irrelevante de aprobarse la reforma que traslada, ya de modo específico, la responsabilidad de garantizar la seguridad pública a los militares.

La Secretaría de Gobernación, aunque venida a menos por las facultades que le retiraron, puede ser una posición codiciada en la medida del rango que quiera o no darle la próxima presidenta. Puede ejercerse desde Bucareli la coordinación del gabinete y la relación con los gobiernos estatales, o ser un utensilio de utilería, como ya ocurrió hace unos años.

Y por supuesto, la Secretaría de Relaciones Exteriores que será clave en un contexto en que no hay que descartar que Donald Trump vuelva al poder, con todo lo que ello pueda implicar para el país.

El secretario de Hacienda será Rogelio Ramírez de la O, porque es una determinación ya tomada.

Pronto las incógnitas serán resueltas, pero para algunos debe ser inquietante el paso de las horas y los días, como en La víspera, de Alejandro Pelayo.

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