Inés y Vicente acaban de ser padres. Pero la felicidad que embarga a la pareja se ve opacada por la desorientación de ambos. Incapaces de nombrar lo que les ocurre, se enfrascan en sus desencuentros, en la incomprensión de la transformación que han sufrido como individuos. Centrándose principalmente en Inés, interpretada por Irene Azuela con una contención siempre a punto de la explosividad, Alexandra de la Mora entrega en Dante y Soledad una ópera prima que explora el tema de la maternidad desde un ángulo singular: la aceptación de los cambios que conlleva en la relación con uno mismo.

De la Mora se encontró con el cuento El matrimonio de los peces rojos de pura casualidad. Un vendedor de una librería le recomendó el volumen de cuentos de título homónimo con el que la escritora mexicana Guadalupe Nettel ganó el Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero de 2013.

“Había como una energía, no sé cómo explicarlo –dice la cineasta en entrevista–. Me gustaba la historia, me gustaba el grado de honestidad con el que hablaba de la maternidad, es un cuento que trata no tanto del proceso de ser madre sino del rompimiento de la pareja, este matrimonio que choca y choca y que acaba odiándose”.

Irene Azuela, protagonista y coproductora de la adaptación fílmica del relato corto, le había pedido que la dirigiera en un proyecto, pero no encontraban tema. Alexandra le enseñó el cuento, Irene conocía a Nettel y lo siguiente fue conseguir los derechos.

La adaptación, trabajada por la propia De la Mora con Natalia Moret, tiene un cambio sustancial con el cuento (además del título, que también alude a unos peces): “Dante y Soledad trata, más que de la separación de la pareja que al final en la película no sucede, de esa muerte de la identidad que ocurre en cada persona que se convierte en padre y madre, en donde todas tus prioridades, todo tu sistema de valor cambia de un momento a otro sin tener idea de hacia dónde iba va”.

Maternidad desde otra perspectiva

Alexandra no quería que al personaje de Irene lo consumiera la depresión postparto. “Para mí era muy importante que el personaje de Inés nunca dejara de hacer lo que tiene que hacer, que se sintiera en una constante búsqueda y en un constante cuestionamiento en esta desorientación absoluta que le sucede. Por eso no diría que está cerca a la depresión postparto, sino justamente en una muerte que hay que aceptar para dejar ir lo que ya no eres y empezar a descubrir lo que sí eres y en lo que te vas a convertir. Y lo toco de una manera muy metafórica con el agua: cuando muere ‘Dante’, ella sabe que lo que le va a pasar a ‘Soledad’ es morirse y ella es ‘Soledad’ porque ella se espejea a través del pez”.

Entonces, Dante y Soledad se trata de una transformación. Inés acepta gozosa su maternidad, pero al mismo tiempo experimenta un montón de sensaciones contradictorias. “Hasta que se da cuenta qué es lo que tiene que dejar ir es que puede regresar. Y ahí fue donde nos dimos cuenta, en el rodaje, que esta pareja no se debería separar, que la postura era que estuvieran juntos, que él, con esa resistencia que el hombre necesita tener, y con la soledad que ella transita, podían volverse a encontrar en un punto nuevo en esta nueva etapa de sus vidas”.

La historia de Dante y Soledad prácticamente tiene todo el tiempo en pantalla a Inés. Pero también aparece Vicente, su pareja, interpretado por José María Yazpik. “Necesitábamos un hombre que nos diera la sensación de que era un hombre realizado a nivel profesional, que era un hombre estable, sólido. Y Chema fue nuestra primera opción”.

Amigos desde hace mucho tiempo, Alexandra temía que la agenda de Yazpik no le permitiera incorporarse al filme. Pero al actor el proyecto le llegó: “nos dijo ‘justamente yo estoy pasando por el mismo momento’. Johanna (Murillo) y él estaban transitando por el mismo momento: su hija tenía apenas un año, entonces sabía muy bien y creo que necesitaba un espacio también para explorar eso. Entonces fue muy fácil la conjunción”.

Cine de sensaciones

Dante y Soledad, dice Alexandra, tenía que transmitir su discurso estético “en sensaciones más que como una narrativa tradicional o mucho más elaborada”. Así que se centró en la creación de atmósferas para “evocar emociones en el espectador”. Rodeó a sus personajes de un universo acuático que en primera instancia los conforta pero conforme avanza la trama, los ahoga. Y eso lo contrapuso con la luz, que opaca lo que se puede ver en una alusión a un amor cegador inentendible.

“Yo quería manejar esto a través de sensaciones y creo que las sensaciones se tenían que lograr con elementos naturales –explica–. Usamos muy poca luz artificial, escogimos un encuadre 4:3, un encuadre clásico porque había que reducir el espacio de aire porque había que irnos muy cerca de los personajes, para cerrar esta sensación y que hubiera más opresión, por así decirlo”.

Buscó tonos muy cálidos, usó flex (neón) y unos lentes Canon vintage del 75 en donde el reflejo de la luz generaba muchos tonos violeta, el color de su pez. Alexandra pidió además a su fotógrafo, Sebastián González Rivas, que mirara el sol de frente en el desierto con la cámara. La idea era transmitir aquello que quemaba al personaje de Inés por dentro.

“Cada decisión fue muy pensada, también todo el universo de la casa está en tonos muy cálidos y como muy cafés. Hay una atmósfera muy calmante, por así decirlo. Entonces el universo de los peces tenía que ser totalmente opuesto y es ahí donde pienso que nos teníamos que ir a los neones. Era muy claro que esta película se tenía que hacer siempre a partir de las sensaciones y que las imágenes y los elementos, sobre todo naturales, nos iban a llevar a eso”.

El sonido fue otro de los elementos importantes. “Yo concibo los proyectos a través del sonido. De hecho ahorita voy a hacer una película que está concebida a partir del sonido. Trabajar con Lena Esquenazi fue un placer. Siento que el sonido y el elemento de la escucha, el sentido sonoro, es el sentido que nos conecta más rápido al corazón, el que llega sin la razón. Cuando vemos, podemos cuestionar, pero el sonido entra primero a nuestro cuerpo. No hay tiempo para juzgar, ya estás sintiendo. A mí lo que me interesa es hacer un cine de emociones, es hacer un cine que haga sentir a las personas”.

Actuación naturalista

Que Irene apareciera tanto tiempo en pantalla, y en una buena parte con la bebé, requirió de un estilo de actuación al que Alexandra de la Mora considera “sumamente naturalista”. Explica: “el actor no resuelve, sino vive lo que tiene que vivir. No hubo construcciones de personajes, no hubo instrucciones de ‘el personaje hace esto o hace esto otro’. Eso no me interesaba. Había que partir de donde cada uno estaba y enfrentarse a las circunstancias sin ninguna construcción formal”.

Eso implicó que actriz y directora tuvieran sus encontronazos durante el rodaje. “Creo que es parte de la maravilla de nuestra colaboración: hay una sinceridad y una crudeza al decirnos las cosas porque sabemos que estamos partiendo de la idea de que el otro sea mejor, tanto ella como yo”.

Además, estaba la parte del bebé, que era la propia hija de la directora. Manuela, su segunda hija. “Si necesitábamos que llorara o que estuviera incómoda, teníamos una ventana de 5 minutos porque no iba a dejar llorar a mi bebé, no la iba a matar de hambre. En lugar de darle luego luego de comer, había que esperar tres minutos. Y en esos tres minutos teníamos que estar todos pum, porque dependíamos del bebé. Claro, Irene estaba en un personaje complejo, dependía de la ventana del bebé que aparte era mi hija. Fue difícil, pero la verdad fue maravilloso”.

A Alexandra le parece que en la actualidad la “voz de las mujeres se está escuchando por suerte cada vez más. Entonces cada vez va a haber más vertientes y ventanas de un mismo tema pero desde distintos ángulos, porque es tan vasto”.

Y Dante y Soledad es justo eso. Explica De la Mora: “yo quería hablar de un momento que casi ni se platica, que son los primeros meses de vida del bebé. no es cuando tiene dos años ni cuando acaba de nacer y pues sí, no se ha explorado mucho pero siento que conforme más directoras y escritoras haya, es un tema que va a ser más recurrente. La verdad es que a mí me encanta saber que vamos también a explorar temas más profundos”.

Dante y Soledad estrena en cines el próximo 23 mayo.

*Javier Pérez hace reportaje, crónica y entrevista, así como crítica de cine y cobertura de temas culturales. Dirige ForoFoco. Nadie quiere acompañarlo al cine: no para de comer palomitas ni de hablar de otra cosa.

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