El “truco” práctico de las ciencias del bienestar para fomentar la felicidad es hallar el lado positivo de las cosas, las oportunidades en medio de la adversidad; desgraciadamente es el “truco” que utilizan las personas o grupos que buscan dividir y generar violencia en la sociedad.

Lo suelen hacer de una manera seductora y perversa.

Una de las emociones que provocan un estado de bienestar es el de pertenencia. Cuando nos sentimos identificados con alguien o con un grupo, solemos sentirnos contentos, satisfechos, protegidos. 

Nuestra necesidad de pertenecer toma relevancia como indicador de bienestar. Según el Reporte Mundial de Felicidad 2023, es una de las condiciones siempre presentes en los países con alto nivel de bienestar.

En ocasiones, grupos religiosos, políticos, ideológicos, artísticos y hasta pseudocientíficos promueven esta emoción de pertenencia o identidad, pero a veces con intenciones o consecuencias nefastas; pensemos en los racismos, el nazismo, las luchas de clase, los territorialismos, etc.

Las ideologías más negativas fomentan nuestros sentimientos de identidad o pertenencia, pero subrayando las diferencias.

Un ejemplo –afortunadamente sin consecuencias– podría ser que la gran mayoría de los mexicanos nos sentimos felices de haber nacido en el territorio de este país y sentir ese sentimiento de mexicanidad, a la vez tan complejo por la riqueza de diversidad cultural que tenemos. 

Sin embargo, hay personas o grupos que se dedican a destacar las diferencias: que si las del norte son de esta forma, que los del sur, de esta otra; que si los de la CDMX son unos privilegiados, etc. Una serie de mitos de odio que pueden resultar peligrosos si les hiciéramos caso. 

En diversos momentos de nuestra historia nacional hemos tenido guerras de separación y hasta religiosas.

En el Estado de México, el mes pasado una niña de tercer de secundaria falleció después de una pelea en que fue golpeada con una piedra mientras los testigos animaban a la agresora. Presuntamente, la víctima sufría bullying por ser “muy morena”.

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Este tipo de señalamientos, discriminaciones, del fomento manipulador de identidades, deben mantenernos en alerta, especialmente cuando nos invitan a identificarnos con ciertos grupos raciales, poblacionales, religiosos o todo tipo de causas. El Holocausto nazi o los genocidios en las Guerras de Bosnia o Ruanda, los conflictos religiosos en Chiapas o el bullyin escolar, deben servir de referencia.

Lo debemos hacer desde los planos más amplios, como en los más cercanos a nuestra realidad o intimidad. Ahí es donde se sufre la violencia del bullying, el acoso laboral, la misoginia y discriminación laboral de la mujer, entre muchas otras violencias de las que podemos ser víctimas o cómplices.

Amartya Sen, economista y filósofo de esta ciencia, advierte en un hermoso libro que se llama Identidad y Violencia, que empequeñecemos al individuo, con terribles efectos, al encasillarlo en una sola manera de ser.

Ignoramos las otras cualidades de las personas. Lo podemos ver como judío, musulman, católico o protestante; como conservador, comunista, socialistas o demócrata; bueno, a veces reducimos al prójimo en americanista, chiva o rayado, y nos olvidamos de todas las cualidades humanas que compartimos.

Vivimos en un mundo “diversamente diferente”, dice Sen. Esa persona a la que nos invitan a odiar, discriminar, a separar o –en el mejor de los casos– a ignorar no tiene una característica única en la que subrayamos la diferencia. 

Pertenecemos a muchos y diferentes tipos de grupos, con gran diversidad de opinión y preferencias. 

¿Cuántas veces nos sentimos identificados con lo que dice alguien, pero resulta que tiene una religión distinta, una preferencia política contraria o simplemente no cree en varias cosas de las que nosotros creemos?

Esa persona puede ser un chilango, regio o tapatío, pero también tiene un nivel ingreso distinto, como educación, género, valores morales, preferencias políticas, actividades deportivas, espirituales o religiosas, pero coincidimos.

Los seres humanos poseemos una gran diversidad de maneras de ser. Es la riqueza de nuestra especie por lo que no deberíamos fomentar el énfasis y odio en las diferencias, sino en las coincidencias para arreglar nuestros problemas.

Promover ciertas identidades puede ser un arma para dañar o violentar a personas o grupos; es un pasar por alto todo aquello con lo que también se identifica la persona. 

Antes que pertenecer a un partido “equis”, somos seres humanos y de ahí en adelante podemos ver en lo que somos comunes: ¿mexicanos, vecinos, condiscípulos, optimista, altruista, etc.?. 

Hay muchas formas de no ver al otro como enemigo, ni siquiera como adversario.

El truco consiste en hallar los aspectos positivos que nos generan bienestar y no los negativos, los que dividen y que pueden llegar a generar violencia. ¿No?

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Contacto:

Rosalinda Ballesteros, es Directora del Instituto de Ciencias del Bienestar Integral de Tecmilenio

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