Aún fresco en la memoria de la gente está una de las peores oleadas de altas temperaturas con cifras récord de calor y sus fatales consecuencias. Apenas hace un par de semanas varias regiones del país se veían al borde del desastre por una sequía acumulada de años.

La lluvia demostró por qué siempre se le considera una bendición, un alivio, un asomo de remedio a la situación y hoy en contraste se viven crisis derivadas de intensas y abundantes precipitaciones.

Tal es el signo de estos tiempos, en todo lo que se refiere al clima, escasez o exceso implican buenas y malas noticias, ventajas y beneficios; pero, al mismo tiempo, serios inconvenientes y riesgos potenciales.

La lluvia trae agua y humedad muy necesarias y fundamentales para todo el ciclo de la vida, resultan claves para todas las actividades económicas y esenciales para la supervivencia del ser humano.

Pero esa lluvia que solía ser limpia, transparente, cristalina y que además dejaba una huella en el ambiente de esencias frescas, energizantes más una atmósfera de abundancia, relajante y de renovación, ya no suele ser lo mismo.

Enfrentamos tiempos adversos donde los gases y sustancias disueltas y presentes en el medio ambiente afectan la calidad y propiedades de cada gota que cae. Desde hace tiempo se habla de la “lluvia ácida” pero hoy su composición se ha vuelto incluso perjudicial para la salud y nuevos elementos llevan a los científicos a sonar las alertas.

En su camino desde las nubes, el agua se va contaminando con los óxidos, metales, microplásticos, diversas emisiones industriales y compuestos orgánicos presentes en el aire, arrastrándolos y depositándolos en el suelo lo que se transforma en otro foco potencial de polución cuando estos vuelven a volatizarse, son acarreados por los escurrimientos o penetran hacia el fondo de la tierra. 

El cambio climático aumenta exponencialmente los riesgos que las zonas costeras enfrentan implícitamente. La velocidad de formación de los huracanes, tormentas y depresiones tropicales sigue mostrando registros inéditos; por si fuera poco, las altas temperaturas del mar incrementan su fuerza y potencial de daños.   

Es de tal magnitud el riesgo que los pronósticos para esta temporada han provocado incluso que las compañías de seguros opten por retirarse de coberturas por inundaciones, huracanes, tormentas y tornados o bien que una póliza para este tipo de eventualidades se impagable para miles de propietarios dejando desprotegidos hoteles, restaurantes, casas, vehículos, patrimonio y propiedades ubicados en destinos turísticos, islas, puertos o ciudades clave en zonas de playa.

Para las grandes urbes los problemas no son menores: afectaciones a la salud y a la infraestructura de transporte, servicios públicos, comunicaciones y energía a lo que se agregan deslaves, inundaciones, socavones, desborde de ríos, miles de toneladas de basura y las protestas sociales derivados de estos efectos colaterales.

Y si solo fuera agua y lodo seria lo de menos, pero lo que llega a los conjuntos habitacionales ubicados en zonas vulnerables cada año son aguas negras, fétidas y para las cuales no hay forma de contención ni salvaguarda que pueda funcionar.

Cientos de calles anegadas, las casas de miles de familias afectadas y la movilización del gobierno para paliar los desastres derivados. Una historia repetitiva porque al final el agua y la naturaleza solo siguen el camino trazado desde tiempos inmemoriales, una falla de planeación, el excesivo crecimiento de las ciudades, migración, hay muchas explicaciones. 

Para la agricultura y ganadería las lluvias son ingresos potenciales, éxitos de temporada y la supervivencia misma para los pequeños productores, pero mucha de esta lluvia puede acarrear los mismos efectos nocivos para el suelo al convertirse prácticamente también en aguas negras.

Los escurrimientos, ríos, lagunas, presas operan prácticamente como depósitos altamente contaminados, nadie de verdad quiere o se atreve a hacer un análisis de la calidad de agua que ahí se acumula.

Estos cuerpos de agua suelen estar llenos de basura, microorganismos, algas, metales pesados, sustancias químicas, son un vertedero de descargas industriales y domésticas al que llega mayor contaminación acarreada (ahora) por las lluvias. Hasta el lodo que se acumulaba en los canales resulta inconveniente por decir lo menos ya que representa bacterias y sustancias que se estuvieron echando a perder durante los tiempos de sequía, ni que decir de los miles de peces muertos que quedaron en algunos de ellos.   

¿Depósitos de basura al aire libre? Te reitero, no quieres saber lo que pasa con los escurrimientos de estos vertederos. Millones de toneladas de basura mojadas, húmedas, emanando todo suerte de gases peligrosos, agua acida de lluvia mezclándose con otras sustancias todavía más perjudiciales. Hacia el suelo o al aire el daño es gravísimo y el agua que se convierte en esos lixiviados es prácticamente irrecuperable, olvídate de lo que llegue a los mantos acuíferos.

Simulaciones de IA son necesarias para adecuar la infraestructura existente, nuevas tecnologías, nuevos materiales, para trata de prevenir los escenarios extremos de riesgo y para organizar a la sociedad en estado permanente de prevención y participación, así como la aportación de empresas, organizaciones y gobiernos en todos estos temas.

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