A lo largo de la vida profesional, me he enfrentado con muchas personas que son capaces, que han trabajado duro, que se tomaron el tiempo necesario para prepararse, que llevaron a cabo todo el proceso y cuando tienen que dar el paso de la ejecución, algo pasa y no se atreven. ¿Qué nos detiene para ejecutar las estrategias?

Puede ser que muchos aventados no comprendan a qué me refiero. Hay gente que jamás se detiene a pensarlo dos veces y, sencillamente, se lanzan a implementar sus ideas. Pero, no siempre es así, no todos somos iguales. Imaginen que quieren lanzarse a un clavado a la fosa profunda desde la plataforma más alta del club. Para ello, ya se ejercitaron, entrenaron con un coach experto que les avaló que ya están listos, ya subieron cada uno de los escalones de la escalerilla y de repente, al llegar arriba y pararse al filo del vacío, sienten vértigo. Claro que nace la tentación de echarnos para atrás y desandar los pasos y olvidarnos de nuestro anhelo del clavado.

En el terreno profesional pasa igual. Sucede como cuando un estudiante se preparó para un examen duro y al estar listo para resolverlo, la mente se les pone en blanco. O, cuando se organizó con esmero una presentación de un plan de negocios y al estar frente a las partes interesadas, la lengua se hace moño y el cerebro puré.

Son esos momentos de verdad en los que brota la ansiedad y el miedo, aunque estamos conscientes de que hicimos todo el trabajo y que lo único que hace falta es ponerse en marcha, hay una fuerza que nos jala el ombligo y nos quiere detener. Sin duda, son sensaciones desagradables y dolorosas que se relacionan directamente con una impresión de que no vamos a poder. Es como si una bruma se tendiera sobre la evidencia que tenemos de que ya se desarrollaron las habilidades, que dominamos la técnica y permitimos que la razón se obnubile.

Entonces, le damos más crédito a esa vocecita que nos susurra que no lo vamos a conseguir, que hay algo fundamentalmente equivocado en lo que vamos a hacer y de pronto, de la nada germinan dificultades que nos complican, si no es que nos imposibilitan en camino del logro. No me refiero a esas advertencias sustentadas que nos tratan de señalar que no es por ahí. Son conflictos imaginarios o situaciones exageradas que en otras circunstancias ni nos quitarían el sueño. No se trata de riesgos o debilidades serias.

No. Son esas sensaciones irracionales y negativas que nos jalan hacia atrás y nos detienen en la ejecución de nuestras estrategias. La padecen jóvenes y viejos, ejecutivos y gente de primera línea, estudiantes y emprendedores. Es algo tan real que muchas personas tienen que recurrir a sustancias como alcohol o drogas, comida o pastillas para tapar esa ansiedad, ese miedo; para bajarles el volumen y que permitan a la persona seguir adelante. Claro que esta primera opción no es ni recomendable ni sana, por más común que sea. La segunda opción resulta mucho mejor, es tener nuestro libreto estratégico que nos impulse en vez de detenernos.

El objetivo de este libreto estratégico es desarrollar un plan para lidiar con la ansiedad y el miedo, para contrarrestar esa negatividad sin fundamento y darle sustento a nuestra capacidad. El propósito es que cuando escuchemos esa vocecita que nos quiere detener, tengamos a la mano respuestas que le bajen el volumen y nos permitan seguir adelante con tranquilidad y felicidad.

El libreto estratégico debe incluir:

1.- Las razones que tenemos para decir que somos capaces y que estamos bien preparados para seguir adelante. Se trata de hacer un inventario de todos los motivos que nos impulsan a no quedarnos en el mundo de los conceptos, sino que ya se ha madurado suficiente como para llegar a la ejecución.

2.- Lo que me hace valioso para la ejecución del plan. El miedo y la angustia tienden a achicar la concepción que tenemos sobre nosotros mismos. El libreto estratégico debe contener los fundamentos que nos llevan a valorar nuestras fortalezas y la claridad que tuvimos para vislumbrar ciertas oportunidades que están ahí para que saquemos ventaja de ellas.

3.- La forma de lidiar con el riesgo es uno de los tranquilizantes más efectivos que tenemos. Entonces, nuestro libreto estratégico tiene que ser muy objetivo. No se trata de decretar lo que queremos, eso no funciona. Más bien, se trata de hacer una lista de razones sustentadas en evidencia contante y sonante para manejar el riesgo y la incertidumbre

4.- El libreto estratégico necesita contemplar la manera de sobrevivir. Lo sabemos, una cosa es la planeación y otra muy diferente es la ejecución. Es preciso entender que entre lo que prefiguramos y lo que será, habrá ajustes. Entonces, nuestro libreto debe incluir planes alternativos de éxito y supervivencia.

La ejecución de una estrategia es un reto que debemos encarar con buena actitud y mejor preparación. Ambos elementos son indispensables en la ecuación, la ausencia de cualquiera de ellos resulta en un defecto en el diseño de la estrategia misma.

Es, asimismo, un trabajo en equipo que requiere de un seguimiento transparente y compartido de cada una de las etapas del proyecto. Por más que existan modelos de negocios que evadan el largo plazo y se precipiten a la ejecución, no todos los casos son así ni todas las personas pueden desempeñarse de esa forma. Hay que capacitar a nuestro equipo de trabajo, tener una comunicación directa y efectiva, unificar nuestros criterios de acuerda a la misión general compartida y asumida por todos.

Lo que quiero decir es que no basta diseñar una estrategia ganadora: ese es sólo el primer paso. Requerimos eficacia en la ejecución. Necesitamos seguridad en la ejecución. Es difícil alcanzar la meta y superar los objetivos si no tenemos confianza en lo que hemos planteado y dejamos que la angustia y el miedo nos ganen. Para ello, empezar en primera persona y redactar nuestro libreto estratégico puede quitarnos el lastre que nos detiene para ejecutar las estrategias.

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