A veces lo olvidamos, pero nuestro cuerpo está sincronizado con la naturaleza; su cercanía nos da salud física y mental, lo que favorece nuestro bienestar.

Los largos días de calor, la sequía crónica y el arribo violento de las tormentas tropicales, son manifestaciones de ese mundo del que formamos parte, con el que morimos y resurgimos; nos infunde temor, pero también gozo y paz cuando la contemplamos.

Hay muchos estudios que demuestran que las personas que se mantienen cerca de la naturaleza llevan una mejor vida y corren un menor riesgo de sufrir enfermedades mentales.

Varios trabajos en los que ha participado Andrea Mechelli, psicólogo clínico y neurocientífico, profesor de intervención temprana del King’s College de Londres, arrojan que el riesgo de desarrollar depresión disminuye un 20% cuando viven cerca de espacios verdes, o que baja 28% la posibilidad de que se sientan solas.

Son muchos los beneficios de estar cerca de alguna parte de nuestra naturaleza.

Ayuda a reducir el estrés, disminuye la fatiga mental, mejora la concentración y potencia la memoria; los niños aprenden con facilidad y hacen ejercicio de manera más espontánea; las relaciones humanas se vuelven más estrechas y la presión arterial vuelve a sus niveles óptimos.

Pero creo que lo más valioso de los resultados de las investigaciones relacionadas con este tema, es que las personas que habitan en las ciudades no tienen que trasladarse al campo o subir a la montaña para experimentar gran parte de estos beneficios.

Es suficiente que vivan cerca de parques urbanos, ríos, incluso que cuiden pequeños jardines en la terraza de un departamento, para que su bienestar mejore.

El secreto está en que nos percatemos de lo que está sucediendo a nuestro alrededor, nos hagamos conscientes de que tenemos entes vivos cerca.

Piensa en ti mismo, estás formado por células y órganos que forman sistemas para cubrir las funciones que te dan vida. Respiras aire atrapado en la atmósfera o puedes percibir la temperatura, el dolor, los sabores o los sonidos para prever peligros o para disfrutar el ecosistema o manifestaciones culturales.

Para gozar de la naturaleza sin viajar lejos, te recomiendo que primero trabajes en tu entorno más cercano.

Primero, haz lo que puedas para incluir plantas en tu hogar y centro de trabajo, y mejora lo más que puedas la entrada de luz natural. También ponle más atención y cuidado a tus mascotas.

En un segundo círculo, camina con más frecuencia en los parques cercanos, si puedes salir al campo cada fin de semana, mejor.

También tienes la opción de mirar al horizonte o al cielo. Donde yo vivo tenemos un conjunto de montañas que se pueden llegar a ver, según dónde te coloques. Famoso y hermoso es el Cerro de la Silla, pero también están las nubes, el azul de lo alto de la atmósfera o, en la noche, la luna y las estrellas.

Ya más atrevido y que implica traslados, es que tus vacaciones estén estrechamente relacionadas con la naturaleza, como reservas ambientales, playas o turismo de aventura, sin olvidar que debemos cuidar esos espacios.

Lo importante es que tomes conciencia de toda la naturaleza que hay a tu alrededor, que recuerdes que de ahí venimos: fuimos tierra, plantas, peces, reptiles y hoy seres pensantes, y que ella continuará junto con nosotros, aunque estemos muertos.

Holli-Anne Passmore, doctora en psicología, quien ha hecho muchos estudios sobre el tema en Norteamérica y China, recomienda mucho realizar este acto de sentir la naturaleza en tu vida cotidiana.

“Nos eleva sentirnos parte de ella”, dice.

La propuesta no es complicada, sólo mírala, siéntela, escúchala, huélela, saboréala, mejorará tu salud física y mental, y con ello tu bienestar.

Contacto:

Rosalinda Ballesteros es directora del Instituto de Ciencias del Bienestar Integral de Tecmilenio.

Twitter: w360tecmilenio

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Mail: [email protected]

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