Es cada día más frecuente que nos afiliemos a conceptos como escuchar a nuestros cuerpos o seguir lo que nos dicen nuestras entrañas, sin saber que estamos hablando de de interocepción. Hoy, esos temas ya no se abordan unicamente en la intimidad de nuestros círculos cercanos. Es muy probable que hayamos escuchado a alguna persona —a un compañero de trabajo, a un jefe, incluso a algún conocido— decir: “siento algo aquí mismo”, mientras se señala el centro del pecho. Seguramente, nosotros elevamos las cejas, sonreímos o movemos la cabeza de arriba abajo tratando se asentir. Es difícil encontrar una respuesta adecuada a este tipo de comentarios. Un despistado podrá recomendar ir a un cardiologo o si sugerir que no haga tanto cardio. No se trata de eso, lo sabemos. Nosotros lo hemos experimentado: se trata de esas señales que se iluminan en nuestro tablero de control personal, que a veces desestimamos; se trata de la difícil tarea de ponernos en contacto con nosotros mismos. 

Si cerramos los ojos en cualquier momento del día —sin importar si estamos en casa a punto de iniciar una reunión de Zoom, si estamos a punto de dar una presentación presencial o si vamos caminando al finalizar nuestra jornada laboral—, podremos medir nuestro estado de ánimo general: bueno, malo, emocionado, cansado, un poco deprimido o mayormente complacido. Este estado de ánimo combina lo que está sucediendo en nuestras mente con la forma en que nuestos órganos, músculos y nervios están funcionando en el momento. “La interocepción es su capacidad de notar esa señal”, sostiene Tim Dalgleish, psicólogo de la Universidad de Cambridge.

La ciencia denomina a nuestra capacidad de sentir lo que está sucediendo dentro de nuestros cuerpos como interocepción. El concepto es un acrónimo de “interior” y “recepción”, se trata de recibir y atender las señales que nos llegan desde dentro. Difiere de la percepción, que proviene de nuestros cinco sentidos, y la propiocepción, que nos dice cómo estamos orientados en el espacio. La interocepción es un sentido interno que tiene que ver con nuestros procesos corporales.  Es el potencial de interpretar lo que está sucediendo con nosotros.

Es posible que no conozcamos el concepto, pero lo hemos experimentado. Es cuando nuestro yo interior nos da una señal de parar porque estamos cansados, que nos avisa que es necesario atender necesidades físicas como comer o ir al baño o como reaccionamos frente a una emergencia. La inerocepción es un radar personal que nos permite captar los mensajes que nos llegan desde lo más profundo de nuestro ser.

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La interocepción se puede dividir en tres categorías aproximadas. 

El primero comprende sentimientos que irrumpen en la conciencia basados en la necesidad; es como interpretamos las señales que nos manda el cuerpo. Así es como sabemos cuándo necesitamos orinar, dormir o hidratarnos, y cómo comprendemos que nuestros corazones se aceleran después de un buen susto. 

El segundo abarca las formas inconscientes en que nuestros cerebros y cuerpos se comunican. Es el trabajo que hacen en coordinación el cerebro y nuestros órganos sin que nosotros nos demos por enterados.  Nuestros cerebros detectan altos niveles de glucosa en nuestros hígados, por ejemplo, luego liberan hormonas que desencadenan nuestro metabolismo, y no somos conscientes del proceso. Un gran número de estos procesos interoceptivos silenciosos están sucediendo dentro de nosotros todo el tiempo. Ahora mismo están sucediendo.

La tercera categoría de interocepción tiene que ver con cómo nuestros cuerpos y mentes, juntos, sienten y responden al flujo de eventos. Dalgleish sostiene que nuestos cuerpos están constantemente entregando un conjunto de señales como cambios en nuestra frecuencia cardíaca, respiración, digestión, etc. que reaccionan a los eventos que estamos encontrando. 

Gracias a la interocepción, somos capaces de desempeñarnos frente a diversas circunstancias. Es un proceso comunicativo que nos tiene a nosotros mismos como emisor y receptor del mensaje. Según Dagleish, cometemos el error de ver este proceso de información como un flujo unidireccional que va de la mente al cuerpo. Pero tiene más sentido pensar en el cuerpo y la mente trabajando sincrónicamente como parte de un solo sistema. Hay un componente mental y un componente corporal y ambos suceden al mismo tiempo.

Claro está que no todo el mundo somos buenos para interpretar estas señales interoceptivas, y nuestras habilidades varían con nuestras circunstancias. Hay personas que son buenas leyendo sus cuerpos, que se experimentan a sí mismos como guiados por estas señales físicas. En cambio, otros simplemente son guiados por sus agallas, por su intuición. Escucharnos a nosotros  mismos funciona realmente. Primero, es perciso estar atentos a los cambios somáticos que ocurren continuamente, es decir, prestar atención a  la forma en que nuestras mentes traducen estas señales en un solo sentimiento. Las personas con trastorno de estrés postraumático, por ejemplo, a menudo experimentan corazones acelerados sin razón. Hay respuestas desproporcionadas similares a menudo surgen entre personas con dificultades de salud como la fibromialgia o que están crónicamente estresadas. Estas señales forman una amalgama que se canaliza a ciertas regiones del cerebro, como la corteza insular y la ínsula media dorsal y lo mejor es aprender a escucharlas.

Armonizar nuestro cuerpo con nuestra mente empieza a ser un tema que trasciende el ambito personal y abarca el extrarradio de nuestra vida profesional y el ámbito laboral. Lo es, ya que evidentemente, cuando estamos conectados en plenitud logramos potenciar nuestras capacidades. Visto de otra forma, cuando no atendemos nuestros mensajes interoceptivos, estamos poniendo frenos a nuestra creatividad y desempeño. Por años creímos que desatender estas señales era lo esperado: comer en nuestro escritorio, alargar las jornadas de trabajo, dejar de dormir, malpasarse. Ha sido un error que hoy podemos enmendar.

Un buen líder promueve que en su equipo de trabajo haya gente que desarrolle esta competencia.La meditación diaria, las técnicas como el yoga y cualquier ayuda que nos vacíe del ruido cotidiano que nos permite escucharnos a nosotros mismos, que nos haga unificar a nuestro cuerpo con nuestra mente e ilumine nuestra conciencia nos llevará a reconocer al principal personaje de nuestra propia historia: nosotros mismos.

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