A sus 26 años, la peruana Isabella Montoya, bachiller en marketing y comercio internacional, ya tenía una década trabajando como vendedora de ropa en Houston (Estados Unidos). Fue a esta ciudad a la que se mudó junto a sus padres inmigrantes a sus tres años y donde creció con su hermana melliza y su hermano menor.
De sus diez años en retail, seis los dedicó a trabajar en tiendas de lujo.
A sus 20 años, ingresó a Eli Tahari, donde llegó a ser subgerente de una tienda que factura US$3 millones anuales. A los 23, empezó a trabajar como socia de ventas a Miu Miu, donde las prendas costaban tres veces más y logró ascender como segunda del gerente de ventas. Y a los 25, cumplió lo que hasta ese momento era un sueño para ella: empezó a trabajar para Christian Dior.
“Después de Miu Miu, se presentó la oportunidad de entrar en Christian Dior y ese fue mi sueño. Siempre quise trabajar para Christian Dior y [para ello] tuve que bajar la posición a nivel número uno”, contó a Forbes la emprendedora que hoy tiene 32 años y promete revolucionar la industria de la moda impulsando la producción sostenible de ropa y accesorios.
En efecto, según datos de la Escuela del Clima de la Universidad de Columbia, la moda es responsable del 10% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero y del 20% de las aguas residuales globales. Además, este rubro emplea más energía que el sector aviación y logístico de carga marítima juntos. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés), los textiles representan alrededor del 9% de las pérdidas anuales de microplásticos en el océano. Esto se debe al uso de fibras sintéticas para reducir costos, explica la Iniciativa Estudiantil por el Clima de estudiantes y graduados de la Universidad de Princeton. La UNEP indica que el sector empresarial textil no es ajeno a la problemática y algunas compañías han comenzado a reducir el impacto.
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Tras ingresar a Christian Dior, y sentir que no lograba terminar sus metas académicas (había estudiado merchandising visual y artes libres en Texas sin poder graduarse), apostó en grande y postuló al prestigioso Instituto de Tecnología en Moda (FIT, por sus siglas en inglés) en Nueva York.
No la aceptaron de entrada y la pusieron en lista de espera, contó. Aconsejada por amigos, escribió una carta de agradecimiento en la que explayó su experiencia profesional y el FIT le respondió seis días después diciéndole que había sido admitida.
Justamente, fue en los primeros cursos de FIT que Isabella comenzó a darse cuenta del que hoy es su propósito: reducir el impacto de la industria de la moda en el medio ambiente y mejorar la calidad de vida de las personas involucradas en ella.
Fue ese año, en 2016, que empezó a esbozar lo que hoy es Paz Lifestyle, un marketplace de marcas de ropa sostenible de diferentes partes del mundo, producidas sobre todo por mujeres, en particular de pueblos indígenas y afroamericanas. Además, inició un negocio paralelo, que terminaría volviéndose el más rentable hasta ahora: la realización de pop-ups (exhibiciones temporales) con las mismas marcas.
El primer día en FIT me enseñaron sobre el impacto que hay en la moda. Mientras aprendíamos todo eso pensaba en Perú, que siempre ha tenido técnicas [de producción de vestimenta] sostenibles, [como] hecho a mano y tintes naturales. Hay una oportunidad para América Latina de ir con la ola de [la] sostenibilidad”.
ISABELLA MONTOYA, FUNDADORA DE PAZ LIFESTYLE
El marketplace fue creado en mayo del 2019.
Para entonces, Isabella había dejado Christian Dior –que le había facilitado el traslado de Houston a Nueva York– y comenzado a trabajar en la tienda más exclusiva de Prada en la ciudad que –como cantó Frank Sinatra– nunca duerme. En Prada, vendió zapatos, luego, carteras y, finalmente, ropa. Además, logró cultivar vínculos con un “cliente diamante” de la firma, es decir, con uno de los 25 más importantes en compras, contó.
Título en mano e interesada por el comercio electrónico, Isabella solicitó un ascenso en otra división de la compañía, que le fue rechazado, dijo. Ese fue su trampolín al mundo de los emprendedores.
Emprender en pandemia
En enero del 2020, decidió renunciar a Prada y dedicarse a PAZ Lifestyle.
No era la primera vez tomaba riesgos. Cuando se mudó a Nueva York a estudiar y trabajar, a sus 26, retiró los aportes que había reunido para su jubilación para pagar el alquiler. Sin embargo, no se imaginaba que la retadora decisión de dejar el trabajo seguro en las grandes marcas de lujo iba a estar acompañada de un riesgo mayor: la pandemia por covid-19.
“Ahorré tres meses [para] ya no regresar al retail. Renuncié [a Prada] en febrero [del 2020] y el siguiente mes entramos en pandemia”, contó.
Isabella decidió volver a Houston, visitar a sus padres y pasar el tiempo con ellos que años de campañas comerciales le habían impedido en momentos familiares como Navidad y Año Nuevo. Al cuarto mes, volvió a Nueva York para acelerar el negocio de pop-ups.
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De hecho, ya había organizado uno en un café en Nueva York, con 2 marcas peruanas, Ayni y Lima Sagrada, en diciembre del 2019. En octubre del 2020, realizó el segundo también en Nueva York y logró vender US$3.000 con 10 marcas. Luego, hizo otro en Houston durante 6 días y vendió US$14.000, aseguró la empresaria. En septiembre pasado, llevó el concepto a Refinery Hotel, en Nueva York, y facturó US$60.000. Su último pop-up fue en Soho –uno de los distritos comerciales más exclusivos de Nueva York– del 1 al 22 de diciembre pasado y generó US$54.000 en ventas.
En este evento, participaron 70 marcas de las cuales 19 fueron peruanas, dijo. Bajo el modelo de negocio de Isabella, cada marca paga una cuota para ser parte del pop-up. En su último evento, Promperú apoyó la participación de marcas peruanas. Forbes confirmó este dato.
Entre las marcas peruanas que Isabella comentó que estuvieron presentes en el pop-up en Soho están: Annaiss Yucra, Anti Toast, Ayni, Blanca Pukara, Child’s Way, Genes, Las polleras de Agustina, Lima Sagrada, Namacu, Mito Studio, Perú Gift Shop, Pallay y Qaytu.
Para incluirlas en la tienda online y en las exhibiciones, Isabella investiga cada marca y la somete a un filtro de sostenibilidad que busca alinearlas a dos Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU que guían su negocio: fin de la pobreza e igualdad de género (y empoderamiento de la mujer). Además, asegura que analiza a las marcas desde su propia experiencia como vendedora de ropa de lujo.
Resultados y planes ambiciosos
En 2021, entre las ventas del marketplace y del negocio de pop-ups, su emprendimiento facturó US$128.000, detalló Isabella. De los ingresos totales, el 15% correspondió a ventas de su tienda online en Estados Unidos (solo operan en este país hasta ahora) y el 85% de la venta directa en exhibiciones.
Este año, su plan es seguir organizando pop-ups en Nueva York y Miami, y cafés pop-ups, donde se vendan alimentos producidos sosteniblemente. En su agenda sigue presente potenciar el marketplace y ganar mayor presencia en internet, apuntó. Además de marcas peruanas, hoy la tienda online cuenta con más de una decena de marcas estadounidenses de diseñadores latinoamericanos, de Italia (Sylven New York), Inglaterra (Ocean Bottle), Senegal (Agowa), India (Blinded by Color Project), Indonesia (Duebest), Taiwán (Girlfriend Collective) y Togo (Nutu).
Sin embargo, el objetivo de Isabella es más ambicioso. “Mi meta final es llegar a [crear] un conglomerado de marcas. Lo que me inspira son compañías como PVH, que tienen marcas como Calvin Klein y Tommy Hilfiger”, dijo.
Para ello, reconoció que tendrá que abrir su capital a inversionistas. Hoy la inversión para apalancar el emprendimiento proviene principalmente de capital propio, además de sus clientes y marcas.
“Quiero ser Paz, con las mejores marcas que practican y tienen valores de sostenibilidad y ética”, comentó.